Varias veces por semana, diversas permutaciones de leyendas se reunían a grabar discos legendarios en el living de una casa en los suburbios de NJ.
Un living oscuro lleno de humo y con el piso cubierto de cables hacia una improvisada sala de control en donde el dueño de casa, extasiado, no soltaba las perillas de sus misteriosos equipos a tubo.
Jazz på Svenska es una obra maestra. Una prueba de la capacidad de Jan Johansson de sobrecoger y calar profundo en el alma del oyente, y cada vez más profundo, con cada regreso al tocadiscos.
Dúo de piano y contrabajo, impecablemente registrado en un ambiente íntimo, cálido y sin prisas, Jazz på svenska,produce sin esfuerzo una atmósfera impregnada de la más fina y pura melancolía sueca. Las interpretaciones minimalistas de antiguas canciones del folclor escandinavo son pasaportes invisibles, pero certeros, hacia una solitaria y lluviosa tarde de invierno.
Una vez más, como lo llevo haciendo hace ya varias décadas, poso la aguja sobre el disco, me instalo cómodamente en el sofá, cierro los ojos y dejo que las ruedas de mi bicicleta me lleven suave y silenciosamente por senderos entre bosques nevados, haciendo surcos sobre el lienzo blanco de nieve nueva; veo mujeres rubias con vaporosos vestidos blancos haciendo coronas de flores sentadas frente a una casa de madera pintada de rojo, en un paisaje de azul y verde infinitos. Veo playas rocosas sin olas y lagos congelados.
Veo a Jan Johansson veinteañero caminando hacia Chalmers (repitiendo el camino que me llevó al mismo lugar tantas veces), tarareando Visa från Utanmyra muchos años antes de grabarla… El viento frío que choca con mis ojos, ayuda a disfrazar en parte las lágrimas que se me escapan con esta imagen. Pero el nudo en la garganta me acompaña hasta que el crepitar de la aguja en el último surco del disco me trae de vuelta a esta parte del mundo.
Jan Johansson dejó sus estudios de ingeniería electrónica para dedicarse por completo a la música, y a finales de los ’50 ya había tocado con varios de los grandes en el legendario club Jazzhus Montmartre en Copenhague.
Una sensibilidad única, sutil y profunda, que pudo haber alcanzado niveles impensados, fue violentamente apagada una noche de 1968, rumbo a tocar en un concierto. El nudo en la garganta vuelve a aparecer cada vez que pienso que el último sonido que Jan Johansson escuchó, fue el del auto estrellándose. Tenía 37 años.
Jan Johansson
Jazz på Svenska
1962/02/28, 1963/10/18
and 1964/05/06. Stockholm
Jan Johansson (p)
Georg Riedel (b)
01 – Visa från Utanmyra
02 – Gånglek från Älvdalen
03 – Polska från Medelpad
08 – Berg-kirstis Polska
Bonus track: Jan Johansson en vivo en Estocolmo el 28 de abril de 1968. Swing de alta calidad.
Jan Johansson
Blues
1960-1961-1964-1968
Göteborg and Stockholm
Jan Johansson (p)
Georg Riedel (b)
Ingvar Callmer (d)
Gunnar Johnson (b)
Egil Johansen(d)
Rune Gustafsson (g)
Sabu Martinez (ps)
Este disco lo encontré por accidente en la (ya desaparecida) Feria del Disco, tristemente destacada por su famélica sección de Jazz. Estaba en la estantería de saldos a un precio irrisorio… supongo por su caja quebrada. El CD, sin embargo, estaba en perfectas condiciones. Nunca había visto este disco de Chet Baker y menos aún escuchado alguna palabra del misterioso sello Sonet. Sin pensarlo dos veces, lo llevé.
La sesión se llevó a cabo en un estudio improvisado en la biblioteca de las oficinas del sello en los suburbios de Estocolmo. La acústica suavizada por las estanterías llenas de libros y la decoración con antiguos muebles y pinturas contribuyó con la magia: El placer de amigos haciendo música después del almuerzo, a manera de sobremesa, sin ningún tipo de presión, surfeando sobre la sinergia, produciendo una calidad de música muy distinta a la producida en el ambiente de los grandes estudios. La ausencia de batería acentúa aun más el carácter íntimo de la sesión, casi como si los músicos no quisieran distraer a imaginarios lectores en la biblioteca.
Chet Baker, especialmente inspirado, nos hipnotiza con el tono suave de su trompeta conjurando melodías muchísimo más líricas que virtuosas. Es posible que las cicatrices de su vida tortuosa hicieran que su técnica se refinara mientras envejecía. En contraste con aquellas imágenes del joven Chet encarnando el concepto de cool, el que escuchamos en Candy tiene el aspecto demacrado de quien ha pasado varias veces por la cárcel y sobrevivido a casi todas las adicciones posibles, logrando, paradójicamente, estremecer nuestras fibras con la honestidad de sus notas, casi como si cada articulación de los pistones fuera el fluido y despreocupado tarareo de quien husmea por una vieja biblioteca en busca de inspiración para matar una tarde de otoño.
Chet Baker – Candy
1985/06/30
Sonet Library, Stockholm
Chet Baker (t & v)
Jean-Louise Rassinfosse (b)
Michel Graillier (p)
02 – Nardis
03 – Candy
04 – Bye bye Blackbird
BONUS TRACKS: Dos de los ’50 para comparar.
Chet Baker – Sings
1954/02/15 and 1956/06/30
Chet Baker (t & v)
Russ Freeman (p)
Carson Smith (b)
Bob Neel (d)
La ornitología es una rama de la zoología que se dedica al estudio de las aves. También es el título de una pequeña gema de Charlie “Bird” Parker en la cual construye un standard sobre la base de otro standard despeinando a todo el mundo con un solo simplemente perfecto. Le siguen solos del aún adolescente Miles Davis y Lucky Thompson. La restricción de 3 minutos establecida por los discos de 78 rpm de la época obligaba a los músicos a tocar con tempos a veces frenéticos para alcanzar a plasmar sus ideas.
Es sabido que Bud Powell y “Bird” no se llevaban muy bien. Existen varios testimonios de primera mano de incidentes y peleas, incluso sobre el escenario. Seguramente las imperfecciones y falta de precision del lenguaje verbal les impedia comunicarse con la intensidad que lograban a través sus instrumentos. Ciertamente, ambos genios se admiraban mutuamente. Prueba de ello es que Bud Powell grabó varias versiones de Ornithology. Abajo una de ellas: una microscópica obra maestra en la que Bud Powell casi no respira (ni tampoco nos deja respirar) desparramando ideas, dibujando un saxo con su mano derecha.
Ornithology
Charlie Parker Septet
1946/23/08
Radio Recorders Studio
Hollywood
Charlie Parker (as)
Miles Davis (t)
Lucky Thompson (ts)
Dodo Marmarosa (p)
Vic McMillan (b)
Roy Porter(d)
Arvin Garrison (g)
Ornithology
The Amazing Bud Powell Vol. 1
Bud Powell Trio
1949/08/09
WOR Studios NY
Bud Powell (p)
Tommy Potter (b)
Roy Haynes (d)
Bonus Track: Buzzy con una finísima selección de músicos tomados de las sesiones anteriores, incluyendo a Parker y Powell. Disfruten!
Buzzy
Charlie Parker Quintet
1947/05/08
Harry Smith Studios NY
Charlie Parker (as)
Miles Davis (t)
Bud Powell (p)
Tommy Potter (b)
Max Roach (d)
Hay dos canciones que logran transportarme directamente a un lugar del espacio/tiempo cercano a Zuma Beach en los ’60. The Sidewinder de Lee Morgan y Watermelon Man de Herbie Hancock me llevan justo tras el volante de un Karmann-Ghia, brisa marina, ronroneo de motor enfriado por aire, titulares y portadas con fotos de astronautas estilosos delante de sus cohetes.
The Sidewinder
Lee Morgan – The Sidewinder
1963/12/21
Lee Morgan (t)
Joe Henderson (ts)
Barry Harris (p)
Bob Cranshaw (b)
Billy Higgins (d)
Watermelon Man
Herbie Hancock – Takin’ off
1962/05/28
Herbie Hancock (p)
Freddie Hubbard (t)
Dexter Gordon (ts)
Butch Warren (b)
Billy Higgins (d)
Ambos discos grabados y mezclados en Englewood Cliffs por un Van Gelder ya a caballo de sus nuevos equipos stereo y enorme acustica en relación a Hackensack. Sonido impecable.
Detalle no menor: Billy Higgins en la bateria integrándose sin problemas a grupos tan disímiles y a la vez aportando similares figuras y quiebres en ambas composiciones. Sin excesos, preciso. Excelente baterista con una discografía abrumadora de mas de 700 LPs incluyendo sesiones tan diametralmente opuestas como The Shape of Jazz to Come con Ornette Coleman y GO con Dexter Gordon.
Mil veces he fantaseado que telefoneo al Village Vanguardpara reservar una mesa para dos para el Domingo 25 de Junio de 1961. Una mesa muy cerca del escenario ya que esa noche es la última presentación de Bill Evans (first) Trio tras dos semanas como atracción principal. La última noche es siempre la mejor ya que los músicos, sus instrumentos, su repertorio y el espacio han cuajado en una entidad indivisible.
Ella y Yo llegamos al club algunos minutos antes de la función. Bajamos por la empinada escalera que conduce al subterráneo triangular (transformado en club de jazz a mediados de los 30). Nos sorprendimos con lo escaso de la audiencia. Un mozo nos condujo a nuestra mesa, que sin duda era la mejor de todas: primera fila al centro. Frente a cada instrumento había un micrófono Neumann U47 cableado a una mezcladora Ampex MX35 conectada a una grabadora portátil Ampex 351 ubicadas junto a una mesa vecina.
Antes de que llegaran nuestros platos, los músicos, que hasta hace poco cenaban en la mesa junto a la escalera, pasando casi inadvertidos se subieron al escenario y súbitamente comenzaron a tocar Gloria’s Step. Después de dos o tres acordes, algo en el ambiente hacía evidente que la música producida (y afortunadamente registrada) durante esa noche sería inmortal. La inusual y a la vez privilegiada acústica del lugar (perímetro triangular y cielo bastante alto) potenciaba hasta las más mínimas sutilezas de los instrumentos logrando que el sonido adquiriera una materialidad tangible.
Los aplausos tras Solar me sacaron de mi estado de ensoñación. El brazo ya casi alcanzaba el último surco del lado A del vinilo girando en mi tocadiscos. Me levanté del sillón a dar vuelta el disco mientras ella rellenaba mi copa con vino. Tan sólo un par de segundos después de que la aguja cayera sobre el primer surco del lado B, ya habíamos regresado a nuestra mesa en 1961 a terminar de comer.